Larga y extensa es la relación de Isabel Coixet con la Semana Internacional de Cine de Valladolid. Con Juan Carlos Frugone al frente del festival, ella fue la encargada de rodar un spot para conmemorar las bodas de oro del certamen vallisoletano, y ya con Javier Angulo al frente, clausuró el festival en 2015, trayendo de la mano a Juliette Boinoche para recibir su Espiga de Honor, y en 2017 y 2020 inauguró Seminci con ‘La librería’ y ‘Nieva en Benidorm’. Hoy, por primera vez en la etapa con cienfuegos como director, regresó a Valladolid con ‘Tres adioses’, la adaptación a la gran pantalla de la novela ‘Tres cuencos’, de Michela Murgia, donde lanza un brindis a la vida en una película que la coproductora Marisa Fernández Armenteros calificó como “el reverso de ‘Mi vida sin mí’”.
Alba Rohrwacher está en el corazón de esta historia. La propia Coixet confesó, en declaraciones recogidas por Ical, que junto a su coguionista, Enrico Audenino, preparó unas páginas antes de lanzarse a la adaptación, para enviárselas a la actriz italiana y confirmar si se decidía a involucrarse en el proyecto. Tras descubrirla en ‘Vergine Giurata’ (Laura Vispuri, 2015), vio en ella a “una actriz con un rostro intemporal, que encierra numerosas lecturas”. “siempre me ha gustado muchísimo y cuando recibí el proyecto, ella fue la primera persona en la que pensé para encarnar a la protagonista”, explicó.
Rohrwacher encarna a Marta, una mujer de mediana edad, que después de siete años formando pareja con Antonio (Elio Germano), ve cómo su vida se desmorona cuando tras una discusión trivial, él decide poner punto y final a la relación. Sus caminos se separan y las vidas de ambos comienzan a rehacerse a duras penas, pero la vida le tiene reservado un golpe aún mayor a ella, que recibe el diagnóstico de un tumor. La película es una reflexión sobre el amor, puntuada constantemente por la música de Alfonso Villaronga; “Se ha hartado de las cosas que antes le gustaban de mí”, le confiesa el personaje de Marta a su hermana, cuando ella le pregunta por el motivo de la ruptura. Coixet se desenvuelve en el terreno que mejor maneja, las contradicciones humanas, y salpica el relato con flashbacks rodados en Super 8 en los que plasma la fugacidad de la felicidad que ambos protagonistas compartieron en el pasado, al modo de recuerdos.
“La vida es solo un precioso accidente”. La frase, asumida por la protagonista, es el leitmotiv entero del film, donde la cineasta, como ella misma reconoció, le da “una vuelta de tuerca” a sus “obsesiones de siempre”: “Más que cómo morir bien, cómo vivir bien sabiendo que nos vamos a morir”.
Atención por los demás
En su encuentro con los medios tras el estreno del film, que ya acumula 240.000 espectadores en Italia apenas diez días después de su estreno, Coixet explicó que la adaptación de la obra de Murgia no fue sencilla, ya que se trata de un libro “un poco caótico e inacabado, ya que ella murió antes de acabarlo y fue su editor quien lo terminó siguiendo sus indicaciones”. ‘Tres cuencos’ es un libro de relatos que Murgia comenzó a escribir durante el Covid, y Coixet decidió suprimir todos los relatos que, a su juicio, estaban demasiado anclados en la política italiana, ya que a su juicio “no tenían los ecos de universalidad de las historias de Antonio y Marta”.
Sobre el casting de la película, Coixet explicó que siempre le preguntan por la dirección de actores, ante lo cual su convicción es que “no es que los dirija bien, sino que los escojo muy bien”. Así, apuntó que tanto Alba como Elio fueron sus dos primeras opciones para la pareja protagonista, y que el personaje de Francesco Carril fue escrito ex profeso para él. “Trabajar con buenos actores siempre es fácil”, resumió.
Además, explicó que “parte del proceso de Marta es abrirse al mundo y preocuparse por los demás”. “Ella no deja detrás hijos, como sucedía con la protagonista de ‘Mi vida sin mí’; el legado que deja es el cuidado, dejar huella de tu conducta y de tu atención por los demás”, comenta. En ese sentido, incluye en la película a dos jóvenes que se producen cortes en los brazos para sentirse vivas, y Marta, cuando las descubre, lo que necesita hacer es “buscar una vía para decirles que para sentirse vivas no hace falta castigarse”.
