La revista ‘Aeroplano’ del Ministerio de Defensa dedica un artículo al ‘Aerogenio’ del salmantino Fernando Gallego

El autor, Alejandro Polanco Masa, califica de “visionario” al ingeniero de Villoria

El último número de ‘Aeroplano’, la revista de historia aeronáutica que publica el Ministerio de Defensa, dedica un artículo al salmantino Fernando Gallego, ingeniero que fabricó el ‘Aerogenio’, un avión capaz de despegar en vertical 30 años antes de que lo hicieran los Harrier. Nunca consiguió tal hazaña, pues el aparato, construido en madera, se alzó sobre la superficie 1,5 metros, en la pista junto a su particular hangar en el monte de Villoria, localidad donde nació en 1901.

Obra del escritor y ensayista Alejandro Polanco Masa, en el artículo, además de hacer referencia al ‘Aerogenio’, se recuerda la trayectoria de un ingeniero “visionario” que dirigió las obra del metro de Barcelona, que trabajó como ingeniero en la construcción de la presa de Asuán y que fue reclamado para proyectos de obra pública tanto en los Estados Unidos como en la Unión Soviética, en plena Guerra Fría.

Además, este ingeniero civil ideó una parte importante de los pontones de descarga y accesos a la playa utilizados en el desembarco de Normandía, unos bocetos que le permitieron cartearse con Roosevelt y Truman, que de forma secreta reconocieron su autoría, y planteó un túnel en el agua para unir el Estrecho de Gibraltar, y que casi se hace realidad en el Bósforo. Una evolución de este proyecto ahora se ejecuta en Noruega para unir los fiordos. Quizá el túnel, que estuvo en portada de todos los periódicos de la época durante años, fue el principal logro por el que fue conocido, pero que nunca ejecutó.

También fue aventurero y realizó tres vueltas al mundo para depositar tierra española en cada continente, también en la Antártida. Fue perito en la segunda visita de Alfonso XIII a Las Hurdes en 1930 y, por último, construyó el panteón de sus padres en Villoria y el suyo propio en Logroño, donde se afincó en la segunda parte de su vida, en un claro guiño a Gaudí, al que admiraba.

Polanco Masa concluye su artículo asegurando que “nos encontramos ante una enigmática figura, ingeniero de raza y con gran prestigio en su época, que decide probar algo completamente nuevo para su tiempo, consumiendo su propio capital, esfuerzo y salud, luchando para convertir su sueño del vuelo vertical en realidad. Aunque su esfuerzo en solitario no tuviera finalmente repercusión en el desarrollo de la tecnología aeronáutica en general, se le puede considerar, sin duda, como un miembro más de la especial raza de apasionados pioneros que se arriesgaron, en muchas ocasiones sin beneficio alguno, a ir más allá de lo convencional”.

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