El Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León aprobó hoy la declaración de la Tuna como Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial para proteger la singularidad de este bien con una tradición viva e integrada en las ciudades universitarias.
La Tuna Universitaria se trata de una práctica cultural surgida en España, con orígenes humildes entroncados en la vida de los estudiantes con menos recursos de los primeros centros universitarios en la baja Edad Media. Con el paso de los siglos, aquella forma de vida estudiantil evolucionó hasta dar lugar a agrupaciones musicales itinerantes que llevan sus serenatas y pasacalles por todas partes.
La tradición de los estudiantes trovadores tiene sus raíces en los albores de las primeras universidades españolas. Ciudades como Palencia, Salamanca o Valladolid –que albergaron los primeros Estudios Generales – ya contaban con estudiantes que cantaban a cambio de comida o limosna, sentando las bases de lo que con el tiempo sería la tuna.
Existen referencias literarias del Siglo de Oro y el Barroco que aluden a esta figura del estudiante músico vagabundo e incluso el origen etimológico del término tuno o tunante se remonta al siglo XVII. A principios del siglo XIX prácticamente desaparecieron de la vida universitaria, pero el movimiento romántico propició su renacimiento bajo nuevas formas, organizándose estudiantinas como comparsas de carnaval.
En las décadas de 1960 y 1970, en plena era de apertura turística de España, las tunas adquirieron proyección internacional como símbolo pintoresco del folklore estudiantil español. En las décadas de 1980 y 1990 se produjo la incorporación de la mujer, surgiendo las primeras tunas femeninas. Hoy conviven en España tunas masculinas, femeninas e incluso mixtas.
La tuna se caracteriza por conformar una pequeña rondalla o estudiantina instrumental, compuesta principalmente por instrumentos de cuerda pulsada. Los más habituales son la bandurria y el laúd español, que llevan la melodía y arreglos, y la guitarra española, que aporta la base rítmica y armónica. La sección rítmica la completa la pandereta.
En cuanto al repertorio musical, las tunas suelen interpretar piezas de los más diversos géneros, desde habaneras, pasodobles y rancheras hasta versiones de música folclórica local o incluso temas contemporáneos adaptados al estilo tradicional.
Uno de los rasgos más llamativos de la tuna es su indumentaria de inspiración histórica. El traje de tuno recrea la estética de los siglos de Oro españoles, para lo que la prenda más emblemática es la capa de estudiante, generalmente negra, que suele llevar cosidos los escudos o emblemas de las ciudades y universidades visitadas por el tuno a lo largo de su trayectoria, así como multitud de cintas de colores otorgadas por admiradores, amigos o familiares. Otro elemento distintivo es la beca, banda de tela que cruza el pecho en forma de ‘V’, cuyo color identifica a la facultad o universidad de procedencia.
Castilla y León
En Castilla y León, el arraigo de la tuna universitaria es particularmente significativo por tratarse de una Comunidad donde nacieron y prosperaron algunas de las universidades más antiguas de España, de forma que cuenta con centros universitarios históricos como la Universidad de Palencia (1212), Salamanca (1218) y Valladolid (orígenes en el s. XIII), además de otras de creación más reciente, por lo que la tradición de la tuna tiene raíces profundas en la Comunidad desde fechas tempranas.
La presencia de tunas universitarias abarca hoy todas las provincias de Castilla y León y configuran un mosaico vivo del folclore estudiantil repartido por la Comunidad. En total, se estima que Castilla y León alberga entre 20 y 30 tunas universitarias activas o con actividad reciente, distribuidas por todas sus provincias. Esta cifra incluye tunas masculinas, femeninas y las llamadas ‘cuarentunas’, formadas por antiguos tunos.
La tuna en Castilla y León es una tradición viva, integrada en el pulso cotidiano de las ciudades universitarias y a la vez portadora de la memoria histórica de las mismas, promoviendo el compañerismo, la amistad y la inclusión entre sus miembros, fomentando la colaboración entre estudiantes de distintos orígenes y reforzando la cohesión de la comunidad universitaria. Este bien inmaterial se incluye dentro de la Ley de Patrimonio Cultural de Castilla y León, como forma de socialización colectiva.
