Los alérgicos al polen se enfrentan a una primavera “leve” en Castilla y León. De ellos, el porcentaje de pacientes alérgicos al del plátano de sombra, que empieza estos días, supera el 40 por ciento de polínicos, tal y como informó la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) y recogió Ical.
El nivel de los pólenes en el centro peninsular será variable en cuanto a la concentración de gramíneas y Castilla y León se situará en la media, que oscilará entre los 1.000 granos por metro cúbico de Teruel y Cuenca y los 6.000 de Toledo.
Según datos de la Aemet, el año 2022 puede ser considerado como el más cálido de la serie histórica en España desde que hay registros: por primera se han superado los 15 grados de temperatura media, 1,6 por encima del promedio normal de las últimas décadas. La alergología de precisión, que implica la personalización del tratamiento para las personas alérgicas, conlleva un impacto significativo en el diagnóstico y manejo de los pacientes con enfermedades alérgicas
Según datos de la SEAIC las enfermedades alérgicas por pólenes afectan en España a más de ocho millones de personas, siete de los cuales son alérgicos a gramíneas, seguidos en orden decreciente por alergia al olivo, arizónicas, plátano de sombra, salsola y parietaria. En el centro peninsular los pólenes más frecuentes son los de gramíneas, olivo y cupresáceas.
Las cupresáceas, que suelen ser los primeros pólenes en aparecer antes de la primavera, han tenido un comportamiento diferente con respecto al 2022. En los primeros meses de este año las temperaturas han sido más frías – afectadas por la borrasca Gerard y Frien entre enero y febrero y la borrasca Juliette a finales de febrero – por lo que los niveles de polen de cupresáceas han sido inferiores. De hecho, en las primeras semanas de marzo se han dado las condiciones bioclimáticas para el cambio de tendencia alcista
Resulta indudable que existe una relación directa entre las concentraciones de pólenes durante la primavera con factores meteorológicos como la lluvia y la temperatura del otoño e inviernos previos. De hecho, la lluvia afecta a las concentraciones de pólenes de dos formas: una de ellas beneficiosa para los alérgicos y otra perjudicial.
“A corto plazo la lluvia humedece los pólenes que hay flotando en la atmósfera, aumentando su peso y favorecen su depósito en el suelo impidiendo que puedan penetrar en las vías respiratorias, lo cual disminuye los síntomas de los pacientes alérgicos cuando este lloviendo”, comentó el presidente del Comité de Aerobiología Clínica de la SEAIC, el doctor Juan José Zapata.
Sin embargo, a largo plazo “la lluvia favorece el crecimiento de todas las plantas, sobre todo las gramíneas, lo que contribuye a un mayor desarrollo y un aumento en la producción de pólenes de gramíneas que se van a dispersar por la atmósfera en su momento de floración, con un aumento de los síntomas alérgicos”, concluyó.